Reflexión Final (El Concepto de Tiempo en el Mediterráneo Antiguo)

9. Reflexión final

Un último apunte va dedicado a palabras de un significado tan importante como «tolerancia», que unida al adjetivo «religiosa», forman una pareja tremendamente necesaria. Teniendo en cuenta que, en su mayor parte, este trabajo ha estado dedicado a las creaciones de la mente humana (necesarias, como he intentado hacer ver en la «conclusión» anterior), no puedo por menos que, ante los retos del tiempo actual se nos presentan, hacer una pequeña reflexión acerca de la utilidad que la religión, los sistemas morales y filosóficos, etc., que juegan para la supervivencia de la, digamos, «buena salud mental» de una sociedad correctamente encauzada, pues sólo así se puede afrontar el futuro con unas mínimas garantías de éxito, así como, más importante a mi parecer, los nuevos logros que esa sociedad ha de comprometerse a cumplir, por el bien de todos los individuos que la conforman. Al menos, en teoría.

Echando la vista atrás, o estudiando los modelos de las pasadas civilizaciones, se pueden obtener fértiles suelos sobre los que edificar nuevos sistemas de pensamiento útiles para el bienestar del conjunto de la ciudadanía. Mas, si me he de quedar con una frase que la filosofía marxista nos ha legado es la de que «los filósofos, hasta ahora, se ha preocupado de interpretar el mundo; ahora se trata de transformarlo» («Tesis sobre Feuerbach»).

Mediante la multidisciplinariedad y el uso de diversas ciencias como auxiliares se pueden conseguir nuevas metas que la historia, por sí misma, y por sus propias limitaciones como ciencia (así como por las fuentes, que no son todo lo numerosas y claras que se desearía en muchos casos) se ve limitada a conseguir. A mi juicio, el estudio de la evolución de las comunidades humanas a lo largo de o del tiempo y conforma la historia, con sus avatares, sus desafíos, sus ventajas y sus inconvenientes en cada uno de los casos. Pero me es imposible olvidarme del individuo, ese «corpúsculo» menor de las comunidades y civilizaciones, y de cómo ayudarle a ser más feliz y próspero en este sistema, u otros, que son, al fin y al cabo, impuestos, y las ciencias encargadas de su análisis (entre ellas, la Historia), como elemento que co-ayude a ese fin.

Pero no es menos importante, ya que hablamos del individuo, de su papel dinamizador de la sociedad, su voluntarismo para atacar problemas de su tiempo, con las armas que su comunidad, supuestamente, pone en sus manos (al menos en las tan gozosamente victoriosas, tras la «guerra fría», democracias occidentales): Esto es: asociaciones, sindicatos, partidos políticos, movimientos sociales en general, que han de partir, en primer lugar, de un voluntarismo inicial de uno o unos pocos, para ir haciendo un «nosotros» cada vez mayor, para acabar influenciando a las instituciones que pretenden, en su mayoría, corregir en sus conductas (aunque también hay movimientos que pretenden, incluso, suplantar a las instituciones), a favor de un interés colectivo. Y me gustaría hacer especial mención de los movimientos pacifistas que, más allá de dogmas y doctrinas predeterminadas, buscan el bienestar común a través de la promulgación de la paz entre los pueblos; también la «paz interior», entre diversos movimientos de carácter orientalista, y otros, contribuyen a ello, pues creo, sinceramente, que «una sociedad feliz» (y nada más lejos que la que promulgaba  Aldous Huxley) comienza por unos ciudadanos felices, así como prósperos. Y es que, si de algo sirvió y sirve el «materialismo», es para dar a conocer las necesidades materiales de que todos somos demandantes. Pero, y ahora bien, dentro de unos límites sostenibles, equilibrados, y mil cosas más, siempre de polo positivo para nosotros, que somos el presente, y las generaciones futuras, que son eso mismo, el futuro, y a las que no podemos «esquilmar» ni expoliar, así como tampoco «consentir». Hemos de huir, en mi opinión, de un materialismo orientado al consumo, el despilfarro y la ruptura con el equilibrio medioambiental. Y las religiones de los pueblos del pasado, así como sus tradiciones, nos pueden ser de gran utilidad a la hora de encontrar formas de acatar el problema de la ecología.

Pero, más importante, son las «guerras de religión» que, todavía hoy, y aunque parezca mentira, ocurren (11-S, 11-M, conflicto Palestino-israelí y otros focos de Oriente Medio y Próximo, como por ejemplo Afganistán, Irán o el Cáucaso, entre muchos otros), y que me hacen recordar esa estrofa de Dave Mustaine (Megadeth), que dice así: «Killing for religion… something I don´t understand».

Pero, y no hay que olvidarlo, el problema, ni es sólo material y/o económico, ni es sólo religioso, ni es solo cultural, ni es solo… una causa la que lo produce, sino que los conflictos tienen unas fuentes diversas, complejas, que la historia nos ha de ayudar a identificar, para corregir los destinos de los pueblos de forma que, si la entendemos como un proceso de «devenir» continuo en el tiempo, a través del cual va sufriendo transformaciones, nos puede ayudar de una forma tremendamente constructiva.

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