Ejército, fiscalidad y ciudadanía política en Grecia y Roma

Atenas. Fuente: Wikipedia.

Roma. Fuente: Wikipedia.

PARTE A: EJÉRCITO Y CIUDADANÍA

En primer lugar habría que mencionar en este apartado, dedicado al análisis e importancia de la guerra en la sociedad greco-romana, la enorme diferencia que comportaba el hecho de ser un hombre o una mujer, ya que el ejército no aceptaba miembros femeninos. Ello recortaba enormemente la importancia de las mujeres en la vida de las sociedades griega y romana, recluyendo a la misma a la vida doméstica y, si acaso (siempre con algunas honrosas excepciones) a mero apéndice del sujeto masculino, protagonista indiscutible de la comunidad militar greco-romana, la cual, como es bien sabido, basaba gran parte de su desarrollo en el factor bélico, de conquista, defensivo, etc. que comportan los ejércitos de todas las épocas (y no solamente la época clásica). Por tanto, la exclusión de la mujer de la participación en el ejército da lugar a una primera amputación social (entre hombres y mujeres) que no siempre se ha observado por parte de los historiadores en general.

En segundo lugar, y centrándonos ya de lleno en los aspectos mas tradicionales del estudio del ejército en las sociedades greco-romanas, se observan diferencias notables, pero también muchas similitudes, entre la sociedad clásica de Grecia y de Roma, en lo que respecta a la participación de la sociedad en los ejércitos que las sostenían, y sin los cuales no puede entenderse la estructuración social de sus sociedades.

Una primera aproximación al tema me lleva a pensar en el hecho de que ambas sociedades (Grecia, Roma) basaban su existencia en el concepto de ciudadanía, si bien la ciudadanía en Grecia era bien diferente a la romana, encuadrada en un plano socio-político mas reducido que en las reducidas sociedades del ciudadano griego y su universo político, la polis.

El acceso a la ciudadanía era diferente en Grecia y en Roma, aunque en ambas el hecho de ser hombre y soldado sin duda facilitaba su adscripción al status social de ciudadano. Así, por ejemplo, en Grecia los esclavos no podían pertenecer a la milicia hoplítica (al igual que pasaba con las mujeres), de modo que los ejércitos hoplíticos estaban formados exclusivamente por ciudadanos de pleno derecho de la polis.

En Roma pasaba igual con los esclavos y su participación en el ejército regular, pero además, esto se vería sumamente amplificado con respecto a Grecia, ya que Roma siempre tuvo un carácter meramente bélico y de guerra, por lo que el hecho de ser miembro estable de su ejército facilitaba en suma la adquisición del status de ciudadano, con todas las indudables ventajas que conllevaba. En parte por ello, Servio Tulio, que durante su reinado (578 a. C.-c. 534 a. C.) reformó la forma de ingreso en el ejército romano (el cual solo era posible hasta entonces para patricios y/o aristócratas de orígenes y estirpes mitológicas) y dio paso a la entrada en el ejército a otro tipo de gentes de un estrato social mas bajo, lo cual dio lugar a su vez a la importancia creciente del ejército en la vida romana, pasando a formar uno de los pilares básicos sobre los que giraba la vida y la existencia de la sociedad romana.

Resumiendo, se puede afirmar que, mientras las sociedades griega y romana y sus ejércitos fueron de gentes de origen aristocrático, reinó en las respectivas civilizaciones asimismo el gusto por lo aristocrático, mientras que cuando se introducen elementos de origen plebeyo en el ejército (gracias en buena parte a reformistas como Solón, Clístenes y Pericles para Atenas, o Servio Tulio para Roma) la sociedad greco-romana pasa de ser de algo basado en tribus y clanes familiares, a ser una sociedad de carácter mas o menos democrático, caso sobre todo de Grecia, o de otro tipo como con Roma.

PARTE B: FISCALIDAD Y JERARQUÍA SOCIAL

El concepto de ciudadano, enormemente importante como hemos advertido ya para la sociedad clásica, tiene sus orígenes no solo en la milicia, sino también en otros aspectos de la sociedad griega y romana.

Por lo que respecta a los griegos, hay que decir que la griega era una sociedad aristocrática en esencia, al menos en la época arcaica, que es la que revela Homero en sus versos del s. VIII a.C. y no será hasta el s.VI a.C. cuando los grandes reformadores atenienses, como fueron Solón, Clístenes y Pericles creasen lo que podríamos llamar la primera democracia, si bien esta no dejó de ser terriblemente censitaria y restrictiva, pues no acudían a la asamblea del pueblo (ekklesía) mas que los hombres, y no todos, pues se sabe que ni mujeres, ni esclavos podían votar y tomar parte en las decisiones que se tomaban.

Por lo que respecta a Solón, se sabe que fue el que organizó la incorporación de la masa campesina a la vida pública de la polis. Para ello, se encargó de liberar a los campesinos del peligro de caer en la esclavitud (por deudas), con lo cual los liberó de uno de sus mayores miedos, esto es, el de caer en la esclavitud, entrado por tanto a formar parte de la ciudadanía libre ateniense.

En cuanto a Clístenes y Pericles, fueron los otros dos grandes reformadores de la sociedad ateniense e, igualmente, padres de la primera democracia, ya que con sus reformas desde arriba proporcionaron a campesinos y demás trabajadores manuales las herramientas necesarias para que Atenas fuese considerada, en adelante, la patria de la democracia, con unas legislaciones que velaban por la igualdad ciudadana, si bien hay que decir que esta siguió siendo una utopía, sobre todo si miramos a la situación de mujeres y esclavos (los cuales eran además muy abundantes en la sociedad ateniense).

En cualquier caso, sería interesante en este sentido mencionar a Meiksins Wood, la cual estudia con detenimiento la importancia que tuvo el campesinado en la fundación de la primera democracia del mundo, en buena parte también por obra de estos tres grandes teóricos de la vida pública: Solón, Clístenes y Pericles.

Por lo que respecta a Roma, sería bueno destacar que para los romanos no había mayor orgullo para un ciudadano que pagar impuestos y contribuir a las arcas públicas, lo cual proporcionaba además gran prestigio y notoriedad social. De esta forma, solo los ciudadanos romanos (y mas particularmente los aristócratas) podían contribuir con grandes sumas al engrandecimiento del Estado Romano, por lo que la sociedad romana siguió siendo durante mucho tiempo una sociedad eminentemente aristocrática, en la que las grandes tribus y gentes la constituían aquellas estirpes que habían estado en los momentos iniciales de la fundación de Roma.

Luego estaban los libertos, y los miembros del ejército romano (que como sabemos era numerosísimo), los cuales gozaban de la cualidad de ciudadano romano, con lo cual aportaban una pequeña parte de su dinero a las arcas del Estado (algo que como decimos resultaba imprescindible para ser considerado ciudadano romano de pleno derecho).

Con las reformas del ejército de Servio Tulio la sociedad romana paso de ser una sociedad exclusivamente protagonizada por aristócratas, a ser una república de ciudadanos romanos dominados por unas élites vinculadas muchas veces entre si.

PARTE C: CIUDADANÍA Y POLÍTICA

En este último punto del dossier hay que recordar, nuevamente, la importancia que la ciudadanía tuvo en la sociedad de carácter clásico, la cual se adquiría o bien se conservaba gracias a diversos factores, entre los que contaban, sobre todo, los factores  económicos y sociales en los que se situaban los ciudadanos, pero también sobre otros menos prosaicos.

La ciudadanía, tanto en Grecia como en Roma, servía también para identificar al ciudadano de la polis o de la civitas, así como para afirmarla identitariamente ante lo que podríamos denominar bárbaro. De esta forma, la ciudadanía servía como refuerzo nacionalista (e incluso racista) contra el extranjero o invasor, tales como lo fueron los persas para los griegos, o los godos para los romanos muchos años mas tarde. También, por supuesto, contra los enemigos de Roma, que cercaban sus territorios, amenazándolos y/o oponiéndose a su expansión territorial (caso por ejemplo de los celtas de la Galia).

Por su parte, la “ciudad” entraba a ser el centro político de la sociedad clásica, si bien se sabe que la población rural superaba con creces al número de habitantes tanto de la Grecia de Atenas como en el caso de Roma y sus territorios. Sin embargo, es del término “ciudad” del que procede este otro, “ciudadano”, lo cual da una idea exacta de que el centro político de la sociedad clásica nunca se encontró en el ámbito rural sino en las ciudades.

El concepto de ciudadano hacía partícipes de la comunidad a todos los miembros de la comunidad de pertenencia, excluyendo a su vez, de este modo, al resto de población que no pertenecía a esta élite nacionalista que era el ciudadano de época clásica. A este, al ciudadano griego, o bien romano, se exigía una adhesión total a los designios de su patria y, del mismo modo, se excluía de dicha adhesión a la población no libre o no dignos de ser ciudadanos. De este modo, se observa que a partir de sus grandes reformadores, esta élite política que formaban los ciudadanos de época clásica fue en un principio muy reducida, pasando cada vez a engrosar un mayor número de ciudadanos, razón, al menos aparente, por la cual civilizaciones como la romana pasaron de ser una reducida monarquía, a una amplia República con carácter expansionista, para acabar siendo uno de los imperios mas poderosos que haya conocido el Mediterráneo, de la mano de los emperadores romanos, su expansión territorial a través de conquistas, así como el crecimiento ininterrumpido en número de ciudadanos que se observa desde los inicios de la cultura romana (y en ello tuvo mucho que ver la importancia del ejército y del status de soldado romano, ya que serlo otorgaba la ciudadanía romana).

Por lo que respecta a la participación política de los ciudadanos en la sociedad greco-romana, es de destacar en primer lugar que, en el caso de Atenas, solamente los ciudadanos atenienses (excluyendo al resto: esclavos, mujeres, extranjeros etc.) podían participar en las asambleas de la “ekklesía” en la que se decidían las decisiones políticas que atañen a la polis. Y un carácter aun mas restrictivo tenía la participación en la política romana si bien, como se ha dicho, era exigible un acatamiento total por parte de todo ciudadano romano que se preciase de serlo, independientemente de su situación económica, social etc. Si bien es cierto que para ser considerado ciudadano era mas que habitual poseer una base económica que sustentase a acreditase tal condición.

Dicho esto, el ciudadano, al menos el ciudadano romano, estaba lejos de ser una persona sin capacidad de decisión: se le exigía igualmente que participase activamente en los foros de discusión, en la guerra de conquista, en la construcción de monumentos públicos, etc. Dando su opinión y parecer, también votando en los comicios en los que fuese necesario, como por ejemplo en el “municipium”, y antes de eso en la “ekklesía” ateniense. Sin embargo, solo se tomarán en cuenta las decisiones no a título personal sino de las de carácter colectivo. Para ello, reformadores como Servio Tulio crearán los primeros censos. Frente a ellos, con todo, siguió existiendo en Roma un fuerte peso de las oligarquías en las decisiones políticas tanto a pequeña como a gran escala, principalmente en las ciudades, que eran el centro neurálgico sobre el que se asentaba el poder político de Roma.

Con todo, si es destacable un progresivo aumento de eso que podríamos denominar igualdad ciudadana, y mas concretamente a lo que atañe a la igualdad ante la ley. Ya Aristóteles, que no era precisamente un demócrata convencido, lo dijo así:

El único Estado estable es aquel en el que todos los ciudadanos son iguales ante la ley.

BIBLIOGRAFÍA

  • Canfora, Luciano. El ciudadano. En: Vernant, J.P. (ed.). El hombre griego. Madrid: Alianza editorial, 1983. pp. 139-164. ISBN 8420696579
  • Meiksins Wood, E: La polis y el ciudadano campesino. En el libro El mundo rural en la Grecia antigua, coordinado por Julián Gallego. Akal. 2003.
  • Nicolet, Claude. 1. El ciudadano y el político. En: Giardina, Andrea; et al. El hombre romano. Madrid: Alianza editorial, 1991. pp. 29-68. ISBN 8420696129
  • Plácido, Domingo. La comunidad de los elegidos. En: Revista de Occidente [en línea]. Nº 143, 1993, pp. 27-42. ISSN 00348635

IMÁGENES

  • Antigüedad Clásica. Fuente: Wikipedia.

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