Campo y anarquismo en España (Prólogo)

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A modo introductorio a los contenidos de este libro, me gustaría hacer algunas indicaciones a propósito de su publicación.

Comenzaré hablando de los motivos fundamentales que me llevaron a escribirlo: La necesidad histórica con la que siguen contando España y el mundo sobre un mayor conocimiento del movimiento anarquista, y, más concretamente, la “época oscura” y, a menudo, incomprendida del mismo. Porque creo que el pensamiento anarquista no es la mano ni el martillo, sino la piedra y el yunque, con el que los hechos históricos han golpeado a un pueblo que, en los dos últimos siglos, ha experimentado una decadencia manifiesta. Con ello no pretendo argüir argumentos a favor de los que hablan de España como la gran potencia europea y mundial en la Edad Media y, sobre todo, Moderna. Porque España, nos guste o no, es mucho más que el país de los Reyes Católicos. Y, además, contra esa concepción de España, yo alzo mi voz y mi pluma.

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La Historia de los pueblos sólo se puede hacer interrogando a los protagonistas de la misma. Así, en la Época Contemporánea podemos hablar de la proletarización en masa de la población, para distinguirla claramente de otras épocas históricas. A este respecto, es muy importante conocer el carácter que adquiere la vida intelectual que acompaña a los recientes movimientos de masas: Hablo del primer socialismo (o marxismo) y (sobre todo) del anarquismo. En primer lugar sus primeros doctrinarios, y en segundo lugar de las particularidades que tales ideologías obreristas tienen en un país como España, el cual se ha caracterizado, al menos desde los tiempos de la Reconquista, por las diferencias abismales entre ricos y pobres, clases poseedoras y (o contra, según se mire) las clases desposeídas.

Pues bien: Tomando como base la existencia de los antagonismos de clase (que emanan de todos los sectores de la sociedad española) me he decidido a escribir un texto en el que se pueden encontrar con facilidad “excusas” para que el pueblo obrero (sobre todo el pueblo rural) se queje y exija sus derechos, frente a todos y todas aquellos que se los siguen negando, aun hoy, y que siguen sin aceptar la evidencia histórica que suponen las enormes diferencias de una sociedad como la española, eminentemente agrícola y católica y/o clerical por mandato divino. Frente a ello, el pueblo, guiado en gran medida por los doctrinarios políticos de carácter obrerista, y que surgieron fundamentalmente en el siglo XIX con el fin de acabar de una vez y para siempre con la enorme brecha, fundamentalmente económica, entre ricos y pobres. Y es que esta es, seguramente, la primera y gran causa de los males que azotan a los pueblos más desfavorecidos de España, Europa y el Mundo.

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España no constituye una excepcionalidad en todo ello, pues su carácter eminentemente agrario no tiene parangón (salvo quizás la Rusia zarista) en la historia europea. Pero ello no acaba ahí: La evolución del movimiento obrero rural (y agrícola, recordémoslo una vez más) en la mayor parte del territorio de lo que se conoce hoy como España, vivían en una situación sólo asimilable, en la época actual, por los grupos más desfavorecidos del mundo industrializado a nivel mundial. Y ello, como se verá, es en buena parte debido al régimen de propiedad de la tierra imperante.

Me he decidido, con todo, a no hablar exclusivamente del conjunto del territorio español, sino que, mirando un poco más allá, me he encontrado con que las diferencias sociales tienen, en cierta manera, su reflejo en  diferencias de carácter regional, así (o junto) al nivel socioeconómico, en el corto período de tiempo estudiado. De esta forma, también hablo de Andalucía, y su visión más realista, dada por ciertos historiadores con implicaciones políticas.

Hablo también de la provincia de Granada, en su faceta quizás más desconocida y, a su vez, más preciada desde el punto de vista de la investigación histórica, o de su historia misma. Con todo ello no he pretendido, en cambio, marcar diferencia alguna desde el punto de vista etnológico y/o etnográfico, ni siquiera desde el punto de vista socioeconómico, sino, fundamentalmente, porque hablo de Historia de España en este libro, y (muy importante) de sus diferentes regiones.

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Un libro, con todo, necesario bajo mi punto de vista. Porque la realidad histórica, a pesar de estar escrita desde hace mucho en los textos de los archivos, es ampliamente desconocida por la mayoría de la población. Y he aquí otra brecha (ésta de carácter cognitivo) diferente a las mencionadas, y más aún, con respecto a otros países del mundo, cuyos habitantes saben ver la oportunidad, grandeza y poder liberador que ofrece el conocimiento histórico para el desarrollo propio y ajeno. La labor divulgativa es, así, igualmente importante.

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