Poder y Comunicación

En la era de la comunicación a distancia (telefonía móvil, mass-media, Internet…) cada vez nos encontramos más extendidos hábitos de soledad, aislamiento, homogeneización o etnocentrismo, entre otros factores.

Entre los medios de comunicación social hemos de distinguir entre los medios de comunicación interpersonales (el teléfono, el fax, la video-conferencia…) y los medios de comunicación de masas. Estos últimos, denominados también mass-media, se diferencian por difundir unos mensajes de forma masiva a un público anónimo, numeroso y variado que nunca podrá estar reunido en un mismo momento y lugar (las masas). Sus características más importantes son:

  • Son medios interpersonales: No existe posibilidad de interacción directa entre emisor y receptor.
  • No hay un emisor único diferenciado: Por su complejidad, se trata de una labor colectiva en la que intervienen numerosos profesionales.
  • Los avances tecnológicos necesarios hacen que la posibilidad de ser emisor y decidir sobre el mensaje está reservada a unos pocos.
  • Los receptores no se conocen, recibiendo el mensaje por separado. Lo único que le interesa al emisor es su carácter masivo.
  • Los mensajes, a consecuencia de lo anterior, se elaboran en función de una mayoría indefinida de contenidos fácilmente accesibles. Se habla por ello de “cultura de masas”.
  • No se produce retroalimentación, fundamental en todo proceso de comunicación. Mediante ella, como ocurre en toda comunicación interpersonal en la que a uno no se le imponga una mordaza, el emisor y el receptor intercambian constantemente sus papeles. En los mass-media el emisor, para conocer la unión del receptor, cuenta con sistemas específicos de medición de audiencia. Estos sólo se pueden considerar como una retroalimentación directa y parcial.

Los principales medios de comunicación de masas son la prensa, la radio y la televisión. Todos ellos forman parte del grupo de elementos decisivos en la configuración de las sociedades más actuales. Una buena parte de nuestros conocimientos sobre la realidad, de nuestros comportamientos, de nuestra visión del mundo, de nuestros sueños y expectativas, se han formado en contacto con los medios, particularmente la televisión.

Como señala Guillermo Orozco, la masificación provocada por la generalización de los mass-media y otros medios de comunicación de masas ha sido y está siendo la cosificación del individuo contemporáneo, ya que, si antes era definido por su actividad productiva, afiliación, género, edad, clase social, etnia, etc., hoy se han roto esos vínculos fundamentales en nombre de lo que llama “mass-mediación-globalizante”. Ello provoca una desnaturalización del autoconcepto que podría ser definido también como alienación.

El lenguaje televisivo suele ser agresivo emocionalmente en cuanto al lenguaje oral y visual. Además, la virtualidad de series, films, noticiarios, etc. afectan hoy directamente a los hábitos de los televidentes, amenazando con monopolizar el tiempo de ocio. Implica (la televisión) la plena integración en la era tecnológica en la cual estamos inmersos, y justifica en la mayoría de los casos los principios ideológicos dominantes, hasta el punto de llegar a estar plenamente institucionalizada como una parte esencial y de la organización política y social actual. Así, en caso de no estar directamente ligada al poder institucionalmente establecido, lo están de los grandes poderes económicos, “imponiéndose por encima de cualquier otra autoridad, gobierno o país” (Orozco, 2000). Podemos concluir aquí diciendo que la televisión es el “divertimento” por excelencia de la sociedad actual, algo que da un poder inusitado a quien o quienes lo controlan.

“La construcción de los carismas personalistas desde la televisión y la venta televisiva de los políticos a un electorado-televidente-consumidor de espectáculos, es uno de los fenómenos más experimentados últimamente por las audiencias de todos los países” (Orozco).

La televisión anula o sustituye en parte las bases identificativas del sujeto, como es por ejemplo la familia tradicional, mientras que otras instituciones, como la escuela pública o las instituciones religiosas, siguen unos ritmos diferentes a los marcados por el ente televisivo. Ello se traduce en conflictos en los hogares, ya que se rompe el lazo tradicional de pertenencia, por un avance tecnológico controlado por unas élites, como es la televisión.

“La creciente desregulación mediática, las apelaciones a la libertad de empresa, la apertura a la tecnología, la exaltación de la competitividad en los mercados internacionales, marcan la televisión contemporánea, ávida de novedades, éxitos y ganancias. Y es precisamente en tal escenario que una educación para la televisión tiene que subsistir y prosperar como una opción pedagógica, ligada al revestimiento y la transformación de la televidencia y, eventualmente, la misma televisión.”

En definitiva, hay que educar en un mecanismo, hábitos, etc. que transformen la televisión en un bien susceptible de ser usado más para los propios fines de la población y de la ciudadanía, y no al revés.

Además de todo ello, la televisión, así como otros en medios de comunicación de carácter masivo y más o menos globales, predomina la información de “usar y tirar”. De ahí la inoperancia social, derivada de la reducción de la capacidad de respuesta, así como de la falta de criterio en ciertos asuntos que atañen al ciudadano contemporáneo y actual. Todo ello se traduce en una menor respuesta y una reducción de la conflictividad política y social, una menor respuesta ante las injusticias y los atropellos y abusos del poder. La menor organización obrera se traduce, igualmente, en la precarización del mercado laboral, mientras la participación política se restringe a los términos estrictamente establecidos desde arriba. Asimismo, las relaciones sociales se mediatizan, perdiendo peso e importancia las relaciones sociales de carácter tradicional, como son la familia o los vínculos laborales y extralaborales, por poner un par de ejemplos. Por todo ello, se considera a la televisión actual como un elemento alienante.

El último apunte sobre los medios de comunicación es sobre la publicidad y el peso que, directa o indirectamente, tiene sobre nuestras vidas. Es conocido el experimento llevado a cabo en los cines norteamericanos sobre un conocido film, en cuyos fotogramas se incluyeron mensajes subliminales en los cuales se animaba a beber cierto tipo de refresco, así como palomitas: El resultado fue un aumento del consumo de estos productos en un 40%.

Lo mismo podríamos decir del peso de la fotografía y otros medios más o menos periodísticos, a través de los cuales se intenta (y a veces se consigue) un impacto emocional sobre el consumidor, que puede llegar a tener consecuencias fatales. Y es que el bombardeo de información al que estamos hoy en día sometidos es evidente, lo mismo que sus consecuencias: Tanto las causas como los medios y los efectos. Otra cosa es que así se perciba por toda la ciudadanía, ya que, a pesar de que el lenguaje de los medios de comunicación no necesita de un aprendizaje previo, sí es cierto que esta educación sería más que deseable, pues la “inteligencia icónica” para descifrar los mensajes ocultos de los medios de comunicación es hoy más necesaria que nunca si queremos una sociedad y una salud mental sanas y que conduzcan al desarrollo de la persona como tal y en toda su plenitud.

BIBLIOGRAFÍA:

Gómez Motos, E-A: El individuo frente a su historia mas actual. 2016. Extracto del libro.

Orozco Gómez, G: Audiencias, televisión y educación: Una deconstrucción pedagógica de la “televidencia” y sus mediaciones. Revista Iberoamericana de Educación. 2001.

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